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Los pediatras nos recuerdan constantemente la importancia de mantener un correcto hábito de sueño en los menores desde su nacimiento. Y es que, pasamos el 40% del tiempo hasta los 18 años durmiendo.
Pero dormir, no significa inactividad. El sueño es un proceso en el que se activa el sistema nervioso central por lo que si registramos un déficit de sueño pueden aparecer problemas asociados como la obesidad, alteraciones emocionales y problemas de aprendizaje.
El Dr. Gonzalo Ros, jefe de pediatría del Hospital Universitario del Vinalopó, del grupo sanitario Ribera, recuerda que “hasta el 30% de los niños menores de 5 años presentan problemas de sueño. Un porcentaje que va del 13 al 27% si hablamos de menores entre los 4 y los 12 años”.
Y esto se puede manifestar durante el día como irritabilidad o disminución de la atención.
“Si vemos el desarrollo del sueño desde nuestro nacimiento podemos observar como hasta los 3 meses de vida predomina el llamado sueño activo, que es el precursor del sueño REM. Hacia los 3 meses aparecen los llamados husos de sueño y se completa la diferenciación de todas las fases del mismo. Es normal que aparezcan despertares nocturnos frecuentes hasta la etapa prepuberal y que durante la adolescencia se desarrolle un retraso fisiológico del inicio del sueño”, explica el Dr. Ros.
Los trastornos del sueño en niños se pueden dividir en tres tipos. Podemos encontrar a niños que les cueste dormirse por varias causas: insomnio por higiene del sueño
inadecuada, insomnio conductual, síndrome de piernas inquietas o síndrome de retraso de fase. Por otro lado, hay casos de niños que presentan eventos anormales durante la noche, como puede ser sonambulismo, terrores nocturnos, pesadillas o movimientos rítmicos relacionados con el sueño. Y, por último, hay casos en que el trastorno del sueño se manifiesta en que el niño se duerme durante el día, ya sea por privación crónica de sueño o por narcolepsia.
“Es muy importante asesorar y educar a los padres sobre qué es una correcta higiene del sueño en los niños para evitar costumbres y malos hábitos que luego son muy difíciles de cambiar”. La mejor época es entre los 9 y 18 meses de edad.
Un sueño de calidad durante el día mejorará el sueño nocturno. Para inducir al sueño de los pequeños, conviene tranquilizar al menor antes de cada período de sueño, el contacto cara a cara y las palabras suaves deberían servir para tranquilizarlo y reducir su nivel de activación, pero no para dormirlo. Es importante saber que hacia los 5 meses de edad, el bebé capta todas las sensaciones que le transmiten los adultos. Si los padres son tranquilos y hablan dulcemente, el bebé captará esta sensación y responderá de la misma manera.
Por el contrario, si están inquietos o cambian continuamente de rutinas, el bebé se
volverá inseguro y mostrará inquietud.
“Durante la adolescencia hay cambios propios como el retraso fisiológico del sueño y mayores necesidades de dormir. Es importante mantener una buena conducta del sueño durante esta etapa y que los padres den ejemplo con buenos hábitos”.